Los últimos juicios al nazismo (II): víctimas y verdugos, cara a cara

22/Jul/2016

El Confidencial, España, Por Antonio Martínez

Los últimos juicios al nazismo (II): víctimas y verdugos, cara a cara

Alemania está llevando ante la justicia a
los últimos nazis con vida. Desde 2011, se han firmado tres condenas y alguna
más podría producirse en los próximos meses. No se trata de altos cargos, pero
su mero trabajo en los campos de concentración los hace cómplices, en ocasiones,
de cientos de miles de asesinatos. Más de 70 años después del final de la II
Guerra Mundial, es justicia tardía. Pero los supervivientes la aplauden.
Este reportaje, centrado en los últimos
verdugos y víctimas, es la segunda entrega sobre el intento casi desesperado
por hacer justicia sobre la mayor tragedia humanitaria de la Historia.
Los últimos nazis
Los acusados en los seis procesos
judiciales iniciados en los últimos años en Alemania por pertenecer a la
maquinaria de la muerte nazi guardan importantes semejanzas en lo
circunstancial, pero diferencias abismales en lo fundamental. Por un lado, sus
perfiles coinciden en edad, rango en el organigrama del III Reich y relación
con los campos de exterminio. La diferencia radical que les separa es cómo
confrontan su pasado, enlodado por la mancha imborrable el Holocausto.
John Demjanjuk, Oskar Gröning, Reinhold
Hanning, Hubert Zafke, Ernest Tremmel y Helma Maaß han afrontado sus juicios
una vez superados los 90 años. El mayor de todos, el guarda ucraniano del campo
de exterminio de Sobibor, Demjanjuk, nació en 1920, mientras que la más joven,
Maaß, nació en 1924. Por eso, la mayoría de juicios se han visto influidos por
los erosionados estados de salud. Demjanjuk y Hanning acudieron en silla de
ruedas o en camilla. Otros procesos se han retrasado o limitado por cuestiones
médicas. Su avanzada edad significa también que fueron partícipes del horror
nazi cuando tenían entre 19 y 23 años. De hecho, y pese a ser un nonagenario, a
Tremmel se le iba juzgar con el código penal juvenil porque tenía 19 años
cuando llegó a Auschwitz. Aunque su juicio nunca tuvo lugar: murió una semana
antes.
Otro elemento común de los encausados es
que ocupaban cargos bajos en el estamento nazi, de ahí que la acusación sea
siempre de complicidad en asesinato. Eran guardias, enfermeros u operadoras de
radio en Auschwitz o Sobibor. Ni siquiera estuvieron destinados permanentemente
en esto campos. Zafke apenas estuvo un mes en Auschwitz, según la fiscalía, y
la mayoría de los demás, apenas unos meses en la red del Holocausto.
La forma de confrontar su pasado es lo que
les diferencia como el día y la noche. Demjanjuk no habló en todo su juicio en
Alemania. En muchas sesiones ni siquiera levantó la cabeza para atender al
proceso o mirar al juez o a la acusación. En su primer juicio, en Jerusalén a
finales de los años 80, sí que habló, aunque fue para negarlo todo.
“Nunca. No puedo ni matar a una gallina. Mi mujer era siempre la que se
encargaba”, aseguró a gritos entonces al preguntársele si había asesinado
a alguien. También el abogado de Zafke, Peter-Michael Diestel, ha rechazado de
plano la culpabilidad de su defendido. Asegura que durante su estancia en
Auschwitz como enfermero sólo atendió a soldados alemanes y a miembros de la SS.
Frente a la negación tajante de los cargos,
la asunción al menos parcial de lo ocurrido por parte de Gröning: “Lo veo
como mi tarea, a mi edad, confrontar eso que viví y oponerme a quienes niegan
el Holocausto y aseguran que Auschwitz nunca sucedió. Por eso estoy aquí,
porque quiero decirle a los negacionistas que he visto los crematorios, que he
visto las cámaras de gas y quiero decir que estas atrocidades sucedieron”,
afirmó en 2005 en un documental de la BBC que conmemoraba el 60 aniversario de
la liberación de Auschwitz.
Gröning, conocido como “el contable de
Auschwitz” porque su función principal era llevar cuenta del dinero que se
requisaba a los deportados al llegar al campo de exterminio, siempre ha
mantenido sin embargo que él no estaba directamente implicado en los asesinatos
y que era, tan sólo, “un pequeño diente en el engranaje” del
nacionalsocialismo. En una entrevista publicada por Der Spiegel en 2005,
Gröning se consideró “no culpable”. “La culpa tiene que ver con
las acciones y, como considero que no fui un protagonista activo, no creo ser
culpable”, razonó.
Hanning, por su parte, se mantuvo en
silencio durante gran parte de su juicio. Hasta que el 29 de abril hizo una
declaración personal. Levantándose con dificultad leyó una breve confesión que
traía escrita: “He callado mucho tiempo. He callado toda mi vida. Quiero
decirles que lamento profundamente haber pertenecido a una organización
criminal responsable de la muerte de muchos inocentes, de la destrucción de
incontables familias, y de la miseria, angustia y sufrimiento de las víctimas y
sus familiares. Me avergüenzo de haber permitido la injusticia y de no haber
hecho nada para evitarla. Por la presente pido perdón por todos los medios por
mi conducta. Lo lamento de verdad”.
Los engranajes de la máquina de la muerte
John Demjanjuk. Fue un soldado soviético
ucraniano formado por los nazis como guardia para los campos de exterminio. En
su juicio, celebrado en Múnich en 2011, se le condenó a cinco años de cárcel
por complicidad en la muerte de 28.000 judíos. Se consideró probado su trabajo
en el campo de Sobibor entre marzo y septiembre de 1943. Diez meses después de
su condena, a los 91 años, Demjanjuk murió en una residencia de ancianos
alemana, mientras se trabajaba en su apelación.
Su sentencia sentó un precedente
fundamental en la justicia alemana y su caso despertó interés a nivel
internacional. Y no sólo por la condena. Demjanjuk ya había sido juzgado en
Israel a finales de los años 80 por su pasado nazi. Entonces se le condenó a
morir ahorcado por crímenes contra la humanidad al quedar demostrado que había
sido el guardia del campo de exterminio de Treblinka al que se conocía con el
sobrenombre de “Iván el terrible”. Pero cinco años después el
Tribunal Supremo de Israel revocó esta sentencia por falta de pruebas.
Demjanjuk había emigrado a Estados Unidos
tras la II Guerra Mundial, asegurando que era un campesino. Se asentó en Ohio y
trabajo en una factoría del fabricante de vehículos Ford durante décadas. Se
casó y tuvo dos hijos. Estados Unidos, que le había concedido la nacionalidad,
se la retiró en dos ocasiones, para permitir su extradición primero a Israel y
luego a Alemania.
Oskar Gröning. Fue un soldado alemán de las
SS encargado de tareas administrativas en el campo de Auschwitz entre 1942 y
1944. Se le conoce como “el contable de Auschwitz”. En 2015, a los 94
años de edad, fue condenado a cuatro años de cárcel por un juzgado de Lüneburg
por complicidad en la muerte de 300.000 personas.
Gröning nunca ha negado haber trabajado en
el campo más mortífero del nacionalsocialismo. Pero mantiene que no estuvo
implicado directamente en las atrocidades que se cometieron en Auschwitz. Su
trabajo era el de apuntar el dinero que tenían los prisioneros al llegar.
En varias ocasiones, antes de su juicio,
Gröning concedió entrevistas para dar cuenta del horror del Holocausto y
combatir, como testigo, las teorías de los negacionistas. “He visto los
crematorios, he visto las cámaras de gas y quiero decir que estas atrocidades
sucedieron”, aseguró en 2005.
Reinhold Hanning. Fue suboficial de las SS
y guardia en el campo de Auschwitz entre enero de 1943 y junio de 1944. En
2016, a los 94 años, la Audiencia de Detmold le condenó a cinco años de cárcel
por complicidad en 170.000 casos de asesinato. Tanto la defensa como la
acusación han recurrido este fallo, que se encuentra ya en manos del Tribunal
Supremo alemán.
Hanning, que nunca antes había reconocido
los hechos, admitió en una declaración personal en el juicio haber pertenecido
a “una organización criminal” responsable de “la muerte de
muchos inocentes”, de “la destrucción de incontables familias”,
y de “la miseria, angustia y sufrimiento de las víctimas y sus
familiares”. “Me avergüenzo” de no haber hecho nada para impedir
el horror y “pido perdón”, aseguró el antiguo miembro de las SS.
Hubert Zafke. Fue enfermero en el campo de
Auschwitz. Con 95 años, este alemán está acusado de complicidad en el asesinato
de 3.681 personas en 1944. Su juicio, previsto para este año en la audiencia de
Neubrandenburg, ha sido suspendido en dos ocasiones ya debido a su delicado
estado de salud. Se desconoce si el proceso podrá llevarse finalmente a cabo.
Zafke, que durante décadas trabajo de
granjero, está acusado de haber estado destinado en Auschwitz un mes en el que
se sabe que llegaron catorce trenes con deportados al campo. Su defensa niega
que él se encargase de los prisioneros y apunta que sólo velaba por la salud de
los soldados alemanes.
Ernest Tremmel. Fue miembro de las SS y
guardia en el campo de Auschwitz entre noviembre de 1942 y junio de 1943. Este
alemán estaba acusado de complicidad en la muerte de 1.075 personas pero su
juicio, previsto para el pasado 13 de abril en el juzgado de Hanau, no llegó a
celebrarse. El acusado, con 93 años, murió una semana antes.
Tremmel trabajó con una unidad Totenkopf de
las SS que procesaba a los deportados nada más llegar a Auschwitz y en ese
tiempo al menos 1.075 personas fueron “cruelmente asesinadas”
inmediatamente después de llegar al campo de concentración, según la Audiencia
de Hanau. Además, el acusado estuvo directamente involucrado en tres de estos
transportes, provenientes de Berlín, Drancy (Francia) y Westerbork (Holanda).
Helma Maaß. Fue ayudante de las SS y
operadora de radio en la comandancia del campo de Auschwitz entre abril y julio
de 1944. Ahora, con 92 años, se le acusa de complicidad en el asesinato de más
de 260.000 personas. Su juicio debería haber arrancado en Kiel el pasado abril,
pero se suspendió por incapacidad de la acusada.
Su estado de salud es tan frágil que el
tribunal estableció una nueva revisión de su estado para julio, con el objetivo
de “comprobar si su condición es temporal o permanente”. Previamente
ya se había determinado que las sesiones sólo podrían durar una hora en atención
a la salud de la acusada, que vive en una residencia de ancianos.
Los supervivientes: testimonios más allá de
la muerte
Los últimos juicios al nazismo también han
servido para volver a escuchar, en estremecedora primera persona, relatos de la
vida y la muerte en los campos de exterminio del III Reich, donde unos seis
millones de personas fueron exterminadas. Todos los procesos han contado con
testimonios de supervivientes, que han viajado en ocasiones miles de kilómetros
para narrar lo inenarrable y contribuir a trazar una imagen de lo que sucedía
en lugares como Auschwitz y Sobibor. Son relatos escalofriantes en boca de
ancianos que han vivido más allá de lo que creyeron.
En juicio a Hanning, este mismo año, la
húngara judía Irene Weiss, que reside desde hace años en Estados Unidos, relató
en la Audiencia de Detmold cómo perdió a sus padres y a sus tres hermanos en
Auschwitz. “Nos aterrorizaban. No podías mirarles nunca a los ojos porque
quizá no les gustaba. No éramos personas para ellos. Los nazis estaban
convencidos de que éramos seres inferiores”, aseguró tras relatar como los
guardas les golpeaban mientras ellas estaban desnudas. Además, señaló que desde
el primer día le llamó la atención la columna de humo que salía de uno de los
edificios del complejo, que posteriormente descubrió que era un crematorio.
En ese mismo proceso Max Eisen, que ahora
tiene 86 años y entonces, apenas 15, explicó que su madre y sus hermanos fueron
gaseados nada más llegar a Auschwitz, mientras que su padre y su tío murieron a
causa de los experimentos con humanos del médico del campo, el sádico Josef
Mengele. A él un guardia le golpeó tan fuerte en la cara con la culata de su
rifle que lo tuvieron que atender. Después de ser elegido para ser gaseado, se
hizo pasar por ayudante de enfermería y logró sobrevivir durante meses. Eisen,
que voló desde Canadá a Alemania para testificar, recordó el ruido de las
costillas al romperse al relatar cómo un guarda asesinó a un deportado en una
ducha golpeándole, primero en la cabeza y luego en el pecho. Hasta que murió.
Eva Pusztai-Fahidi, en el proceso contra
Gröning, explicó cómo debían permanecer nada más llegar a Auschwitz
“desnudas y rapadas”. Esta húngara de 89 años que perdió a 49
familiares en el Holocausto, entre ellos sus padres y su hermana describió ante
el tribunal, con una frase, el grado de impunidad de los guardias y soldados
nazis. “Un hombre de las SS en Auschwitz tenía más poder que Dios en los
cielos”, aseguró. En ese mismo juicio, Hedy Bohm, de 86 años cerró su
testimonio diciendo: “Quizá Dios pueda perdonar. Yo no puedo”.
En el juicio a Demjanjuk, Marie van Amstel,
que tenía entonces 70 años, explicó cómo en julio de 1943 se llevaron a su
padre y a su madre, al campo de Sobibor. Ella -con apenas dos- fue escondida,
como otros muchos niños judíos, en la casa de una familia católica amiga. Sólo
mucho más tarde, gracias a las listas de la Cruz Roja Internacional, supo que
ambos habían sido gaseados. David vom Huiden recordó que sus padres le mandaron
a dar “un paseo con el perro, un pastor alemán”, cuando vieron que
los nazis llegaban a por ellos. Él se salvó sin querer, pero nunca más vio a
sus progenitores.
El propio Gröning, en la entrevista que
concedió en 2005 a Der Spiegel, dio cuenta del horror que tenía lugar a diario
en Auschwitz: “Había llegado un nuevo transporte (de deportados). Me
habían asignado a la rampa (de selección de los prisioneros recién llegados) y
mi trabajo era vigilar el equipaje. Ya se habían llevado a los judíos. El suelo
frente a mí estaba lleno de basura y pertenencias abandonadas. De pronto oí
llorar a un bebé. El bebé estaba en el andén, envuelto en harapos. Una madre lo
había abandonado, quizá porque sabía que las mujeres con pequeños eran enviadas
inmediatamente a las cámaras de gas. Vi a otro soldado de las SS coger al bebé
por los pies. Le molestaba el llanto. Golpeó la cabeza del niño contra el capó
metálico de un camión hasta que ya no hubo más ruidos”.
El alemán Leon Schwarzbaum, de 95 años,
acusación particular y testigo en el juicio a Hanning, describió con voz
temblorosa y entrecortada varias escenas terribles, como la de un camión
abarrotado de prisioneros desnudos mientras les conducían hacia la muerte.
“Señor Hanning, tenemos aproximadamente la misma edad y pronto afrontaremos
nuestro último juicio”, aseguró de forma emotiva Schwarzbaum para
concluir: “Le pediría que contase la verdad histórica, tal y como yo he
hecho. Que diga la verdad de lo que usted y sus compañeros hicieron”.